Perderse para encontrarse

Es increíble como la familia, los amigos, la vida nos quieren enseñar pero por tercos no aprendemos. La clásica “no metas tu dedo al enchufe porque te va a doler” y la mayoría aprende cuando mete el dedo y siente DOLOR.

 

El dolor no es malo, tampoco bueno, es algo natural que pasa. Lo opcional es el sufrimiento. El dolor debe usarse para aprender, ilógico sería meter mi dedo al enchufe, que me duela y al poco tiempo meter el dedo de nuevo, a eso le dicen masoquismo, yo lo llamo inmadurez. Tengo que reconocer que era BASTANTE inmaduro emocionalmente.

 

Hace poco no sabía quién era, qué quería, que podía ser mejor. Qué tuvo que ocurrir para que pase esto? Pues, perderme y encontrar dolor.

 

¿Perderme en qué sentido? Ya me había perdido antes, en la playa, en Miami, en Francia, en mis pensamientos. Tenía que perderme diferente, tenía que perderme a mí mismo. Todo esto pasó cuando tuve que concentrarme en mí, había perdido mi trabajo, la deuda de la hipoteca sigue; me quedé solo, tenía tiempo para mí y por la pandemia no habían distractores que hagan de alcohol, para ocultar mi estado, y gracias a esto mi yo interno salió a flote, poco a poco.

 

Ya estaba perdido desde hace tiempo, pero me ignoraba a mí y ocultaba el dolor, como cuando niegas que no sabes dónde estás y dices “na’a, seguro es por acá”, mi orgullo me nublaba. Todo el tiempo anduve vagando hasta que me choqué con la pared. Me encontré ahí, con miedo, dolor, petrificado, sin saber qué hacer ni por dónde salir de ese laberinto. Lo irónico es que yo mismo había entrado ahí por lo que conocía el camino de salida, pero debía de esperar que sane para preguntarme a mí mismo por la ruta.

 

No quería hablar(me), mucho menos escuchar(me), estaba muy débil, el dolor era como una patada de caballo en el pecho, literal. Había perdido a una persona muy importante para mí y me había negado al dolor. Estaba enfermo, demasiado. Debía sanar para poder salir de ahí. Tiempo al tiempo me decían.

 

Pero no basta solo con el tiempo. Con la ayuda de mis amigos, terapia y mi familia me pude ir conociendo, viendo mis defectos y mi verdadero yo, quien fue hablándome y se sinceró conmigo “no eres perfecto” me dijo, y me comenzó a señalar una serie de errores que había cometido en mi vida, algunos me dieron vergüenza escuchar, lo reconozco, otros entendí qué hice mal. Fui tomando nota de ellos, para asegurarme que no vuelvan a pasar, una especie de auditoría interna a mí mismo. Poco a poco me iba encontrando, me daba cuenta de cosas que no me había fijado antes, o mas bien, cosas que no quise fijarme. Já! Un egocéntrico que se cree perfecto pidiendo ayuda! Madurar le llaman.

 

Siento que poco a poco me encuentro, que voy saliendo de ahí, del dolor. Estoy dejando una gran mochila que cargaba inseguridades disfrazadas de fortalezas y egocentrismo. Solo me queda agradecer a todos los que me han estado apoyando.

 

Gracias a todos, en serio. Siento que he mejorado un montón, porque ahora soy consciente, he despertado, he vuelto a nacer, he madurado en algo. Aún queda un gran trecho en el cual debo de seguir mejorando y madurando, poco a poco, baby steps. A ese gran trecho le dicen vida. Vamos?