Fulbito de barrio

Por alguna razón hoy, bueno en verdad creo que fue por el tuit que puse y mi pa me contestó xD, pensé en mi antigua chompa que usaba para tapar.

Yo era arquero, no de los que tiran flechas sino de esos que evitan que la redonda entre bajo los tres palos, y era natural de que sea arquero puesto que siempre el gordo es a quien lo mandan al arco cuando uno es pequeño.
Cuando era chico jugaba con mi hermano en la casa, usábamos las dos paredes como arcos, como mi hermano jugaba mejor yo me quedaba en el arco, esperando que mi hermano patee y por algún milagro yo llegue agarrar la pelota, cuando la agarraba la tiraba para adelante me iba al contraataque corriendo como pedazo de tocino que era y pateaba y con suerte era gol. Como esto se repetía ilimitadamente tuve que aprender a tapar.
Luego en el barrio la mayoría teníamos casi la misma edad y jugábamos ahí, pero no había arcos, sino jugábamos con piedras, contra el portón de mi casa (donde una vez casi pierdo la memoria) y tapaba masomenos. A la vuelta de mi casa había un parque con dos canchas de cemento, una grande y una pequeña, a lo primera y segunda división para nosotros.
Siempre que comencé a tapar, usaba una chompa, media gris, incluso en verano, las personas me preguntaban que por qué la usaba, y yo decía que era para no molerme los codos porque en ese tiempo no tenía miedo y me lanzaba para evitar un gol. Siempre salía con esa chompa, siempre, un día me la olvidé colgada en el arco y fui en la noche con la esperanza de encontrarla y ahí estaba, era mi camiseta, la que me protegía el cuerpo, mi segunda piel.
Luego en mi casa comenzaron a remodelar, a construir los demás pisos y por alguna extraña razón a mi chompa le salpicó un poco de cemento, me la puse, pero raspaba, estaba más pesada, sucia y la tuve que dejar de usar, ya no tenía a quien me protegía ni me cuidaba pero apareció otra, ya no era una chompa, sino una, ummmm, siempre he sido malo con la ropa, era como una casaca ligera con botoncitos que me la ponía arriba y tenía al gato Silvestre y la usé desde entonces.
Comencé jugando con los más pequeños, y es que también yo era menor, calculo que tendría unos 10-11 años. Como los de la “cancha más grande” vieron que tapaba bien me dijeron para que tapara ahí, ellos eran mayores, incluso unos 4 a 5 años mayor. Me emocioné, como cuando te dicen que puedes dejar de usar lápiz y puedes comenzar a usar lapicero en el colegio.
Aún recuerdo la primera atajada, patearon la pelota y me chocó en el muslo, sentí como que se caían vidrios por mi piel y que corría un líquido, pensé que me había abierto una herida pero no fue eso, fue la reacción de mi cuerpo al sentir un pelotazo tan fuerte de los mayores. Luego fui siempre a tapar a la cancha más grande, a jugar con los mayores y mejoré mi manera de tapar, mi cuadra tenía un gran equipo.
Al pasar los años, la municipalidad de Chorrillos le puso pasto al parque y como los peloteros “malográbamos” el pasto le quitaron los arcos para que ya no jugásemos y dejé de jugar. Pasaron los años y la gente de mi barrio ya no salía hasta que me encontré con un amigo que vivió en mi barrio y me dijo que sí salían a jugar pero ya no al parque de “Liz” sino ahora iban al “Santa Rosa” me encontré con gente que era menor que yo cuando jugaba, incluso algunos a los que yo les había puesto chapa y había trascendido que aún las seguían usando.
Y de ahí volví a las andadas, pero ya no jugaban sábados, sino domingo, ahora estaban crecidos, algunos de ellos ya comenzaron a estudiar en la universidad, otros incluso se adelantaron y ya son padres.
Y lo bonito del fútbol es que todo el mundo puede jugar, y en la cancha no vales más que por tu habilidad.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *